Por Gabriel Fernández *
Antes y después. Contrariando la mayor parte de las estructuras de poder que orientan los Estados Unidos, el candidato republicano Donald Trump alcanzó una trascendente victoria electoral, de imprevisibles consecuencias.
PARA TOMAR EN CUENTA. Al observar el nuevo mapa electoral norteamericano pueden realizarse algunas precisiones: las zonas rurales favorecieron a Trump, mientras que las urbanas se inclinaron –sin demasiado enstusiasmo- por la demócrata Hillary Clinton.
Luego, el pueblo blanco anglosajón sufragó con cierto entusiasmo por el republicano, pero latinos y negros sólo se sintieron parcialmente convocados como antagonistas. Puede pensarse que el establishment los llamó a votar, pero no a participar de su interioridad.
Asimismo, al trazar una divisoria social, parece evidenciarse que Trump se relacionó adecuadamente con las preocupaciones, temores y esperanzas de las franjas humildes y las capas medias bajas. Como si fuera una virtud en sí misma, los demócratas insistieron durante la campaña en el “elevado nivel de instrucción” de sus respaldos.
RAZONES PROFUNDAS. En esta dirección, es preciso remarcar que el estancamiento profundo de la economía norteamericana, cuyos ejes están dominados por el capital financiero, no se revirtió durante la gestión demócrata que concluye. Esto ha dejado multitud de desempleados y contratados en forma precaria, que no parecieron incentivados a seguir el mismo camino.
El nerviosismo y el enojo mostrado por los periodistas de la CNN durante el tramo decisivo de la cobertura resultó evidente. El siempre listo Andrés Oppenheimer evaluó como antisistémico y populista a Trump, al tiempo que lo comparó con el líder revolucionario venezolano Hugo Chavez.
La pantalla única a nivel internacional, pues Telesur fue censurado por varios gobiernos liberal conservadores latinoamericanos, en tanto no se admite lugar para RT, Hispan Tv o Annur Tv, terminó de colapsar emocionalmente cuando sus realizadores tuvieron que anunciar las caídas abruptas en varias bolsas del planeta.
Sin embargo, la interpretación acelerada de una identificación del nuevo presidente norteamericano con el populismo tercerista, la transformación bolivariana o alguna variante genuina, puede resultar temeraria.
LA INCÓGNITA. Los republicanos, que hegemonizan las dos cámaras del Congreso, están orientados por una parte del mismo espacio financiero concentrado que cooptó a los demócratas. Luego, aunque Trump no recibió el apoyo de esos grandes poderes, direccionó sus dardos sobre migrantes, derechos civiles y progresistas en general, lo cual resulta una salida infantil por reaccionaria.
A la hora de gobernar, será difícil que durante mucho tiempo convenza a quienes siguen sin empleo que deben embarcarse en una cruzada antimigratoria. Tendrá que adoptar las medidas proteccionistas anunciadas. Si lo hace, deberá colisionar con firmeza con estructuras que consideran a la producción industrial como sinónimo de socialismo.
Por tanto, efectivamente se abre un tiempo de incertidumbre para los Estados Unidos y, debido a su innegable incidencia planetaria, para el mundo entero. Esa incertidumbre no tiene porqué derivar en catástrofe, pues la misma ya fue instalada por las administraciones anteriores, que barrieron naciones enteras, contribuyeron a la caída europea y dañaron el equilibrio global.
Es decir, como vivimos en un tiempo signado por las agresiones norteamericanas sobre varias regiones del planeta, la hipótesis del empeoramiento a manos de Trump es difícil de imaginar. En realidad, cualquier versión de una Norteamérica puertas adentro, resolviendo sus problemas y ocupándose menos de los demás, puede resultar interesante.
De hecho, eso es lo que presuponen, sin demasiada certeza, los estategas chinos, rusos e iraníes. Como habíamos adelantado, la Argentina y Brasil equivocaron el rumbo al descentrarse y ligarse individualmente con los perdedores, asentados en la renta, las armas y las drogas en desmedro de la producción industrial y el desarrollo social intenso.
MIRADAS E INTERROGANTES. La parafernalia mediática, la ofensiva sobre las redes sociales, la presión de las grandes empresas, no alcanzó para horadar el profundo malestar social existente en el Norte profundo. Una economía estancada y un clima político opresivo, configuran los rasgos reales de un país que, desde estos pagos, se sigue tomando como ejemplo.
Lo indicamos hace pocas horas: hace rato que EEUU tiene un suprapoder instalado. El problema es la naturaleza de ese suprapoder. En realidad, son varias las naciones que poseen políticas de Estado que trascienden los gobiernos singulares. La dificultad que se observa en la potencia del Norte es que desde mediados de los 60 hasta aquí se ha trabajado con intensidad para doblegar el despliegue industrial, y se ha concretado la hegemonía del capital rentístico.
Es preciso añadir que, desde hace medio siglo, los Estados Unidos imponen el dólar como moneda universal sin poseer el sustento adecuado de producción y reservas. Esto es complicado porque la disparidad de valor opera de hecho como lastre de la humanidad. Lastre contras las naciones empobrecidas y subyugadas, pero también para las potencias emergentes que llevan adelante proyectos diferenciados, más ligados a sus mercados internos y al desarrollo.
Lo ha sugerido el Papa Francisco. Su decir no es mero maquillaje ni flota en la indeterminación. Tiene el respaldo de aquellas zonas crecientes. Castiga con energía la renta y la usura. Promueve la opción productiva al indicar un sendero articulado sobre las tres T: Tierra, Techo, Trabajo.
(*) Área Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios