Por Fernando Protto *
El pronóstico del tiempo marcaba una jornada soleada, de mucho calor, lo que no se anticipaba era que el calor iba a provenir de una movilización política, nunca antes vista en el centro de la ciudad de Buenos Aires, y que a muchos recordaba a las épocas de la revolución del 90 o la asunción de Hipólito Yrigoyen.
En las barriadas obreras de Capital Federal, Gran Buenos Aires y la Plata se corría el rumor que iban a matar a Perón, que iban a ir por los obreros o que todas las conquistas iban a ser sacadas, entonces eso trajo otros rumores, que algunos sindicatos se estaban armando, que había que ir a rescatar a Perón, que había que movilizarse. Los ferroviarios habían decidido parar por su cuenta, los tranviarios y colectiveros trabajaban a reglamento, muchas fábricas estaban en asamblea, todos esperaban el momento para marchar. En Beriso y Ensenada la gente comenzó a salir de los frigoríficos y enfilar para La Plata desde el mediodía. En el conurbano y el cordón sur – oeste de capital algunos fueron para plaza de Mayo y otros se fueron para el puerto, porque escucharon que traían a Perón de la Isla Martín García. Como bien marco el periodista e historiador gorila del peronismo (uno muy bueno) Hugo Gambini, la gente iba de un lado al otro, lo que provocaba que no hubiera un lugar siempre lleno durante la jornada hasta la noche. Cuando más o menos se supo que Perón había llegado al Hospital Militar para las 15 de la tarde, gran parte de la gente estaba movilizada por la zona de la calle Luis María Campos, pero en Avellaneda, Lanús, Lomas de Zamora, San Martín y La Plata se fueron movilizando para capital, directamente para Plaza de Mayo, muchos se encontraron con retenes policiales de caballería que los dejaron pasar, otros con los puentes elevados y tuvieron que cruzar el Riachuelo en bote o a nado, otros tuvieron suerte y cruzaron sin problema y con algún colectivo o tranvía prestado para la ocasión.
Gran parte de los trabajos académicos sobre el 17 de octubre dejan en claro, que la mitad de las personas que fueron a la plaza, primero pasaron por sus casas para cambiarse, porque la tradición marcaba que al centro se iba de traje, ¿pero por qué eso era así? Durante la década del 30 el último grupo obrero anarquista, La Alianza Obrera Campesina Spartacus, decía en un artículo de su diario: “(…) Cuando cruzamos esta ciudad, todos los días, sin poderlo evitar, nuestros ojos observan sus casas enormes, lustrosas y mudas. A esa hora, cuando vamos, están siempre así, hundidas en un obstinado silencio. (…) Pero de regreso, en la tarde, la fisonomía de esta ciudad ha cambiado. Un fluido vital y nervioso nos sacude y transfigura todo. (…) En las aceras van y vienen hombres elegantes con caras satisfechas, limpias y seductoras mujeres con caras sonrientes y andar triunfador. (…) Nosotros volvemos de las fábricas. En nuestras cabezas todavía las máquinas están moliendo su canción de hierro. (…) Luces tempranas y múltiples; rollizos y reposados señores que fuman puros sentados en las aceras ante la mesa del bar. (…) Sí, la ciudad de ellos pensamos.” Por eso había que ir de traje o bien vestido o vestida al centro, porque la ciudad a la que iban, no era la de ellos, sino la de los ricos y poderosos, que imponían sus reglas de conducto a los sectores populares.
Cuando los que vinieron del sur llegaron, se encontraron con una plaza vacía (porque la gente estaba en el Hospital Militar), entonces empezaron a agitar la cuestión, porque contaban con un camión con megáfono y empezaron a gritar consignas y exigir la presencia del Coronel Perón. Muchos curiosos se acercaron y una marea humana comenzó a llegar al centro de la ciudad, que hervía por el calor y por el pueblo en las calles. En ese contexto, muchos ya cansados y cansadas de caminar, decidieron hacer algo indebido y recordado durante tanto tiempo, se metieron en la fuente y refrescaron sus pies.
Está fue la foto icónica del 17 de octubre de 1945, no será la toma del Palacio de Invierno en Octubre de 1917, en la fría Moscú, pero es igual de revolucionaria, porque rompe la costumbre y quiebra las reglas impuestas por la oligarquía. Pero esta foto nos dice algo más, la gente estaba alegre, los chicos jugaban, las mujeres hablaban, todos y todas participaba, iban felices a buscar a Perón, rompieron la lógica de la vieja movilización obrera, la que retrataron Scalabrini o Marechal, tal vez quisieron hacerlo épico, pero lo épico era quebrar las reglas de la sociedad del momento.
Entre las 17 y las 21 horas nadie sabía qué pasaba, pero nadie se quería ir, todos gritaban, todos cantaban, todos pedían por ese coronel detenido y querían saber dónde estaba. Entonces a las 23hs desde los balcones de la Casa Rosada, el coronel del pueblo, daba su primer discurso hacia los trabajadores. En ese momento, la historia del país, de Perón y del pueblo trabajador cambió para siempre.
Ahora, una duda me queda con la foto y con la ciudad de ellos, por qué al fotógrafo le llamo la atención esas personas ahí reunidas, qué le llamo la atención al fotógrafo del estado nacional, por qué se volvió en la foto del 17 de octubre. Hubo miles de fotos ese día, pero esa fue la distinta, pero por qué. Entonces, de repente, buscando en los diarios, en el diario La Prensa, aparece una foto también alegre, pero en el contexto de los que querían un gobierno “democrático”.
En la plaza San Martín, frente al Círculo Militar, estos hacían un picnic, porque era la ciudad de Ellos, la de los que no volvían a las calles de tierra; la de las mujeres arregladas y anteojos de sol; la de los sombreros de sastre y sin el pañuelo atado a la cabeza; la de los que viajan en taxi y subte, pero desconocen un colectivo o un tranvía; la ciudad de los tilingos. En cambio, el que tomo la foto 5 días después, en la plaza de Mayo, se dio cuenta que otra gente llego a la ciudad y que a partir de ese momento, harían de la ciudad de ellos, la ciudad de todos.
Ya pasaron 17 notas, ya pasaron 17 impresiones de mi vida, ya pasó mi familia y muchas familias más, ya pasaron varias historias más. Por esto soy peronista, porque desde ese momento, los que estuvimos durante años sin voz, que solo supimos resistir, que nos costó tanto lograr algo, desde ese 17 del mes 10 de 1945 nos propusimos algo más, se propuso ser parte de la historia y se propuso pelear hasta el final. Como el último de los mohicanos, hasta el fin de mis días, ser peronista será mi historia y mi vida.
(*) Columnista de Historia en Desde el Barrio