Por Fernando Protto *
A la noche del 16 de octubre de 1945 el Comité Central Confederal, que se había reunido en la sede la Unión Tranviario Automotor, definió en una conflictiva reunión (16 votos contra Once) que la CGT llamaba a paro nacional, para el 18 de octubre, con el fin de sostener las conquistas logradas, el pago del feriado del 12 de octubre y la libertad de los presos político (una forma velada de hablar de Perón), pero la presión de las bases fue más fuerte y decidieron no esperar dos días para liberar a Perón.
Querían preservar a Perón de cualquier atentado, entonces la mañana del 17 de octubre comenzó a gestarse el movimiento que cambio la historia argentina. Pero más allá de eso, qué más podemos plantear sobre el peronismo y su significado.
Yo tengo un amigo que me crítica mi falta de racionalidad para la política y que lo tomo por lo sentimental y qué voy a hacer, si fue criado y adoctrinado de esa manera. Más allá del planteo de Evita, que afirma que el ser peronista es casi un acto de fe, todo peronista se siente como parte de un todo que se supera en el pueblo y la patria y se contiene en el movimiento para resistir. Cada peronista tiene su mundo y su Perón, pero quién entro y sigue dentro del peronismo, busca las maneras de ayudar y construir un país más justo, entonces pone a flor de piel sus sensaciones para poder comprometerse ante las necesidades de un tercero que esta desvalido.
En esos 16 votos se encontraban las necesidades de cada trabajador, la búsqueda de respuestas, las ganas de triunfar y la esperanza de construir un futuro obrero y popular. No iban a negociar medidas sectoriales, esta vez hablaban de sus sindicatos y de los trabajadores y trabajadoras de los 11 gremios que votaron en contra. Más que un acto religioso, el peronismo comenzó a demostrar que la alegría debía primar para poder triunfar, ya que el logro final superaba, por primera vez, las conquistas sectoriales.
Por eso en los 70, Perón era el viejo y Cámpora el tío, porque el movimiento se entendía como una familia, donde había que resguardarse en los momentos de resistencia y regenerarla en los momentos de triunfo. Mi vieja recordaba lo lindo que era entrar en el sanatorio de la UOM y que cada persona le diga que necesita compañera o con quién se atiende compañera. Ser compañero o compañera es algo más que un término o concepto, su significado viene de los viejos monjes y significa quienes comparten el pan. Ese pan es la comida de Jesús en la última cena y la de los pobres cuando ya no hay nada. Somos compañeros y compañeras que cuando la necesidad la apremia vamos a estar ahí y cuando las cosas anden bien, más vamos a estar ayudando, porque está en esa esencia no aprendida y que solo se puede sentir y saber participando.
Cuando me plantee estas notas, quería expresar lo que sé, aprendí y sentí con el peronismo y por qué me provoca dudas en algunos momentos, pero cuando recuerdo y pienso en cada lucha, acción o rebelión que encabezo el pueblo trabajador, me saca las dudas y me genera las ganas de accionar a favor del pueblo. Por eso me cuesta tratar de ser de otro partido, porque solo en el peronismo se construye una idea de solidaridad y unidad que roza más lo sentimental que lo racional y que me genera una empatía mucho mayor, que cualquier debate político que pueda haber en ese momento. Por esto sigo siendo peronista…
(*) Columnista de Historia en Desde el Barrio