Por Fernando Protto *
Tuve la oportunidad de ver un vídeo, donde la compañera trabajadora Georgina Orellano, en su condición de trabajadora sexual, nos planteaba por qué hay mujeres que eligen ser trabajadoras sexuales, qué no quieren hacer otra actividad sino pueden cubrirse económicamente y que esa situación laboral no las ubica en una situación de lumpenaje o explotada que debe ser rescatada. Éste gran planteo que yo resumo pero que hay que escuchar atentamente, nos muestra cómo el peronismo se reproduce más allá del tiempo y que pasare a explicar.
En su pelea con la iglesia, Perón llevo a cabo dos leyes muy controvertidas, primero la ley de divorcio y segundo la ley que habilitaba las casas de citas (vulgarmente prostíbulos), ambas leyes provocaron fuertes críticas de la iglesia y de sectores internos del peronismo, pero se llevaron a cabo y paso a detallar la segunda ley. Cuando se estableció su habilitación se decidió que tenían que estar en zonas alejadas del casco urbano pero que debían contar con: servicio de transporte público, lugar para espera del cliente, condiciones de higiene y libreta sanitaria para las trabajadores, controles médicos gratuitos, tarifas controladas, seguridad para clientes y trabajadoras, que no ocultaran otras actividades como juego, baile o venta de alcohol y protección laboral de las trabajadoras que iban a estar a cargo de una mujer que se hiciera cargo de la dirección. En la ciudad de Buenos Aires, este barrio se iba a ubicar en Villa Soldati. Si esto te recuerda a Holanda y su zona roja, ahora tenés que entender por qué el peronismo no era un movimiento político más.
Prostitutas con sueldo digno, condiciones de trabajo higiénica y al borde de la sindicalización (no sé si iban a tener gremio propio o iban a depender del Sindicato de Comercio), el peronismo no dejaba, ni siquiera en una cuestión coyuntural, de responder a su lógica política y social que para el gobierno hay una sola clase de persona, las que trabajan y se consideraba la situación de trabajadora de las prostitutas y por qué también tenían que ser dignificadas. Pero si quieren me remonto más atrás en el tiempo y, como cuenta Osvaldo Bayer en la Patagonia Trágica, les comento como las prostitutas no quisieron trabajar para los soldados que habían matado a los trabajadores que se habían rebelado, pero ahí vemos la esencia misma de un movimiento que entendió que prostituirse no era un trabajo indigno y, aunque moralmente se lo apartaba de la ciudad, debía ser en condiciones dignas.
Pero en esta cuestión entran otras cuestiones, como la pelea de Evita para que hijos e hijas naturales fueran reconocidos como legales y con los mismos derechos ante la muerte de sus padres; los hogares de madres solteras que la Fundación Eva Perón creo para apoyar a la madre y a sus hijos; el pensar a la mujer no solo como la ama de casa, sino la acompañante del hombre en su quehacer cotidiano o trabajando desde la casa; las escuelas de enfermería; los hogares para ancianos y niños huérfanos; los centros de vacaciones de Chapadmalal y Río Tercero para familias de bajos recursos y tantas otras cosas que nos dejan en claro que, no importaba si eras pobre, mujer, bastarda o puta, el estado iba a estar ahí para atender tus necesidades.
Que hoy, una compañera trabajadora sexual pueda hablar sobre su actividad es otro triunfo del peronismo más allá del tiempo, porque en la memoria de los pueblos siguen las herramientas para trabajar ahora, por esto sigo siendo peronista…
(*) Columnista de Historia en Desde el Barrio