Por Fernando Protto *
En el último tiempo social y político de la Argentina, el término y concepto Batalla Cultural fue tomando una preponderancia en el ámbito político. Basado en las teorías del comunista italiano Antonio Gramsci y pegándole en el palo el recordado líder chino Mao Tse Tung, la intelectualidad argentina nacional y popular como progresista, pensó el concepto de Hegemonía gramsciano para entender que la lucha con los grandes medios y sectores de poder como una manera de combatir y construir, desde el estado, un nuevo discurso de contra poder y organización.
En este debate, la clásica derecha liberal y la neoliberal decidió participar, hasta la izquierda clásica y la nueva quisieron ser parte de este debate sobre la Hegemonía cultural. Pero la derecha corre con el caballo del comisario para estos debates, no solo porque tienen los medios, sino que construyen en la contradicción de su enemigo su triunfo. Qué quiero decir, que ellos sabían que en estos debates ganan ellos por saber dónde pegar y cómo hablar, sino recordemos que los viejos caudillos conservadores, los de Viva el Doctor, no solo era con asado y vino que generaban alianzas, sino con un discurso donde el otro se sienta contenido, sino miremos Juan Moreira de Leonardo Favio, un director de Cine Peronista que hacia cine. Y ¿Por qué comienzo hablando de esto? ¿A que quiero referirme? Cuando el peronismo empezó a crecer desde el 9 de octubre de 1945 y hasta su derrocamiento el 16 de septiembre de 1955, se permitió un debate cultural distinto, a sus maneras y formas, con sus límites y contradicciones, pero que ayudo a generar una cohesión del pueblo trabajador que no se había logrado nunca.
Mi hermano me había contado una vez, que el Bisonte Alende (fundador del Partido Intransigente) había debatido con el Chancho Alsogaray (ministro liberal crónico de la Argentina), cuando Alsogaray llevo el debate hacia sus conocimientos económicos evito que Alende atacara, entonces el Bisonte dijo que su error fue aceptar el debate donde él no se sentía cómodo para hablar. Bueno, el peronismo se planteó eso en sus 9 años de gobierno. No por falta de capacidad de muchos de sus cuadros intelectuales, sino porque ellos no querían pelear intelectualmente bajo las reglas de los otros. Los ateneos culturales, el cine, la radio, el diario la Prensa en manos de la CGT, el ámbito legal laboral y de tierras, más el plan educativo y cultural de los planes quinquenales, dejaron en claro a dónde daba el debate cultural el peronismo. No solo era propaganda al estilo fascista o estalinista, ni las casitas estilo californianas, era plantearle al pueblo que ellos eran parte de esa construcción, que sin Perón y Evita eso no se hubiera cumplido, pero que sin el pueblo luchando eso hubiera sido imposible. Cuando se planteaba la Nueva Argentina, como San Martín la había soñado, su fundamentación estaba las luchas pasadas.
Por eso, cuando uno escucha a los viejos peronistas, ninguno niega a las luchas anarquistas o las montoneras, sino todo lo contrario, las sienten parte de su historia, es más, mi viejo decía orgulloso que la UOM tenía base en el anarquismo y cuando se hablaba de la Semana Trágica y los Talleres Vassena, donde se había iniciado el conflicto, mi viejo con el pecho hinchado estaba feliz porque esa lucha era de anarquistas. Las contradicciones de un viejo cuadro vandorista, no! Una batalla cultural ganada por lo trabajadores y por el pueblo. Es en ésta parte donde ustedes me pueden plantear preguntas y decirme qué tiene que ver en por qué te hiciste peronista y yo les puedo decir que mucho, porque soy el triunfo de esa batalla cultural, un peronista no piensa que todo empezó de cero, sino que lo ve en un pasado más lejano en un contexto de luchas y que no sirve solo debatir con otros intelectuales, para florearse y hacer pinta que llegaste, sino que hay que entender que si el debate no se plantea en el pueblo, nada sirve. Por eso me fui haciendo peronista…
(*) Columnista de Historia en Desde el Barrio