Por Fernando Protto *
Tal vez seguir debatiendo si Perón nació en Lobos o en Roque Pérez sea más fácil, tal vez seguir discutiendo que Evita se fue o no con Magaldi de Los Toldos sea más divertido o si los peronistas deseamos el poder por sobre todo tal vez sea un debate más intelectual, pero nadie se pregunta si el Ser peronista, esa construcción simbólica que hicimos del sentimiento y la razón surge en la cuna misma de sus dos líderes más importantes.
Uno siempre supo que la cuna de Eva Duarte fue ilegitima, para los estándares sociales de la época, y que era la última hija de la familia paralela de su padre, que eran hijos del pecado o bastardos (como se los anotaba en la iglesia para el bautismo) y que su vida iba a quedar atada a la quietud de su pueblo sino se iba para Buenos Aires. Una vez llegada a Buenos Aires, entró en el mundo de los artistas en busca de fama y de lograr un papel que la consagrara, pero nunca se olvidó de ese origen humilde e ilegítimo de donde surgió y por eso, cuando obtuvo el papel de Primera Dama y Jefa Espiritual de la Nación, defendió, promovió y propagó a ese movimiento político y social que surgió el mismo mes que su esposo nació.
Así como la historia creada por el propio peronismo quiso limpiar el honor de la abanderada de los humildes, cambio actas de nacimiento para no dejar lugar a dudas de ilegitimidad, también ayudo a obviar un dato muy importante, que Juana Sosa, la esposa de Tomás Perón, madre de Juan Domingo Perón, no tenía una sangre digna para un futuro militar, era descendiente de tehuelches, lo cual explicaría los rasgos particulares que tenía el futuro líder de los trabajadores. Aquel que no olvido a una madre que le enseño a montar y a hacerse valer por sí mismo, construyo un movimiento político que represento a sectores desposeídos durante varios años, como lo había sido el pueblo de su madre durante los años de la conquista española y criolla.
Más allá de la construcción de poder y la búsqueda de perpetuarse en el gobierno, hasta incluso, más allá del fanatismo y la alcahuetería, estos dos liderazgos fueron construyendo su poder y su movimiento, a partir de sentir y comprender que era ser juzgados, cuestionados y marcados por su proveniencia social, entonces no había lugar a dudas, solo dándole derechos al pueblo era la única manera de responder a una historia que los había marcado desde la cuna.
Cuando los peronistas se enteraron que sus queridos Perón y Evita había falseado datos personales o que sus procedencias eran supuestamente indignas, no solo no se quejaron, sino que sintieron más cercanía con ellos, porque los veían más familiares, más comunes y que eso reforzaba la idea que ellos pelearon por su pueblo siempre, que los descamisados no eran un slogan, eran ellos dos y cada uno de los trabajadores y trabajadoras de todo el país y, que durante muchos años, esperaron que alguien les tendiera la mano necesaria para poder mostrarse con orgullo, sin sentir el dedo acusador de la oligarquía.
Mi viejo era huérfano de padres ni bien nació, mi vieja era hija natural y huérfana de madre desde los 5 años, pero el peronismo los dignificó, ¿cómo no iban a ser peronistas?. Yo nací en un complejo habitacional, conocí el fin de un país pensado en grande durante los años 50, vi a mis viejos sufrir por la traición menemista y sonreír ante la llegada de un gobierno como el de los Kirchner y les recordaba su infancia, entonces, cómo no iba a seguir siendo peronista…
(*) Columnista de Historia en Desde el Barrio