
Por Fernando Protto *
Aunque Perón construyo y organizo a su movimiento en base a la Doctrina Social de la Iglesia y utilizaba la filosofía católica para expresar sus ideas, su construcción decanto en un movimiento político ideológicamente aglutinante y filosóficamente pagano. Y es en ésta construcción pagana, que el rol de la mujer cobró un rol fundamental, sin negar el trabajo hecho por el feminismo en la Argentina, el lugar de la mujer en el mundo del trabajo antes de 1945 y el contexto del mundo de post Segunda Guerra Mundial, el peronismo le dio un impulso muy importante al rol de la mujer en la política, en el trabajo y en la sociedad. Y como en la tradición indígena, los relatos griegos o el mundo egipcio, la dualidad hombre mujer era parte de su cosmovisión del mundo, por eso la mujer ya no era la acompañante del hombre, sino con quien construía la Nueva Argentina del peronismo.
La mujer peronista podía provenir de las clases medias intelectuales, de la fábrica o del campo y participar tanto en el deporte, el arte, el trabajo, la salud o la ciencia. Por eso la figura de Evita, no solo era guía para el movimiento peronista, sino parte de un engranaje que obligaba a participar a todas las mujeres, en la búsqueda de una sociedad más justa. Pero a pesar de todo este cambio de cosmovisión, algunos dirían paradigma, las lógicas de dependencia se seguían construyendo y muchos roles se sostenían. Mi mamá siempre recordaba con alegría cuando llego el tren a su Tacañitas (pueblo de Santiago del Estero, cercano a Añatuya) y tuvo su primer juguete, el cual era un juego de cocina, clásico representante del rol de la mujer, pero eso no corto algo que el peronismo le fue enseñando inconscientemente, porque además de querer ser maestra, también soñó con ser enfermera, pero ¿por qué enfermera? Porque con el peronismo las monjas fueron dejando de ser las que le dieran alivio a los enfermos y enfermas, ahora había profesionales de la salud que surgían de distintos lugares sociales, eran mujeres y estaban a la par de un hombre dando salud. Y no solo mi mamá quería ser enfermera, mi tía Angélica fue delegada en una fábrica química y cuando chico conocí a una auxiliar de radiología recibida en esos años. Y esas mujeres, en especial de los sectores populares, tuvieron que demostrarse fuertes, sin tapujos y con ganas de luchar.
Cuando el peronismo fue derrocado, las mujeres peronistas sostenían a sus maridos presos, golpeados y torturados por la persecución libertadora. Ellas fueron parte del engranaje de la resistencia, porque muchas de ellas, no solo seguían el mandato de Eva, sino que Eva había representado lo que a la mujer de los sectores populares le costó llegar al poder. No iban al lado del hombre, muchas veces luchaban más que los hombres, por eso cuando una vez le pregunte a mi madre si ella hubiera estado en la guerrilla, ella me contesto que si y que no hubiese tenido miramientos con el enemigo, porque era mujer de otra época, nacida y criada en el campo, mujer que con solo tercer grado sabía leer y escribir, era alguien que toda su vida agradeció el pan dulce y la sidra porque alguien se acordaba de ellos en el medio del monte, fue alguien que agradeció la educación que tuvo durante el peronismo porque sino la mandaban a la escuela, el comisario iba a buscar a los chicos para saber por qué no iban y que cuando Perón cayó, todo eso se acabo.
Cuando escuchaba a mi mamá, cuando sabía de las historias de mi familia (su rama femenina) y cuando comencé a leer sobre qué paso con las mujeres durante ese primer peronismo, comencé a sentir y entender porque mi mamá se afilió al peronismo y se puso triste cuando le robaron el documento donde figuraba su primer voto del 1973, ahí seguía comprendiendo, por qué soy peronista…
(*) Columnista de Historia en Desde el Barrio