junio 17, 2025

Allende | 43 veces 11

Allende | 43 veces 11
Por Fernando Protto *
Un 11 de septiembre de 1973 la vía pacífica al socialismo se veía destruida cuando el bombardeo constante caía sobre el Palacio de Gobierno chileno, llamado La Moneda. Sus pocos defensores, entre el humo de las bombas y el olor a sangre, veían como la campaña orquestada por los medios, los grandes empresarios y Estados Unidos, había logrado comprar a uno de los pocos ejércitos latinoamericanos no afectos a los golpes de estado. Habían encontrado, en la figura de un general de carrera, la cara visible de un golpe de derecha, liberal y fascista, Augusto Pinochet había entrado por la puerta grande de la traición y la muerte. ¿Pero qué hizo el Doctor Salvador Allende para que el golpe y los 20 años de dictadura fueran tan cruentos y salvajes? ¿Qué mal escondía la figura de ese viejo líder socialista que hablaba pausado y calmo a las grandes masas de obreros, obreras y estudiantes? Detrás de Allende, estaba algo que pocos conocían, que muchos hablaban y que nadie practicaba, ahí estaba el Poder Popular.
 
¿Qué era el Poder Popular? Era la posibilidad que los desheredados de siempre, los sin tierra, los que trabajaban en las minas de cobre, los que sacaban el salitre, los que tuvieron que cruzar la cordillera en busca de trabajo, decidieran sobre lo que precisaban, necesitaban y construirían. No era una asamblea más de fábrica, no era una reunión más de cooperativas, no era una reunión en un sindicato, no era el congreso del partido, eran todos los productores de la tierra, los trabajadores, los estudiantes, el pueblo pobre chileno tomando decisiones, acompañando al gobierno y generando espacios de debate en la calle, en la fábrica, en el sindicato y en el partido. Entonces los partidos tradicionales, los empresarios, los terratenientes, los curas, los medios, los militares y Estados Unidos, entendieron que esto no era un gobierno socialdemócrata, que este no era un médico burgués del izquierda, que la vía pacífica al socialismo no era gradual, que los cambios era ahora y eran por todo. Porque los pueblos no esperan cuando tienen hambre, cuando están desposeídos, cuando no tienen trabajo, porque ya esperaron y si les dan poder, lo quieren usar no para mal de nadie, sino para bien de todos.
 
Entonces Allende nacionalizo el cobre (que no era de los chilenos constitucionalmente), favoreció la educación gratuita, ayudo a la expropiación de tierras, alentó las cooperativas mineras, genero expectativas en los sectores populares y les dio la posibilidad de decir sobre su futuro. Entonces la derecha le saco productos, le hizo lock out patronales, le paro el transporte, le cerró el comercio, le mato un general, le persiguió militantes y lo llamo al Tío Sam para que le solucione el problema. ¿Pero Salvador se encegueció? ¿Siguió el camino de la violencia, teniendo la fuerza del derecho y del estado? ¡NO! Él creyó en la paz, aunque el Estadio Nacional le pedía armas para el pueblo, él que había logrado que el MIR (grupo guerrillero chileno) dejara las armas, él que confió en el ejército porque tenían generales como Prats, no podía darse el lujo de tirar la paz por la borda, no podía manchar con sangre lo que él tanto había querido, que era un Chile Socialista y Popular. El diario del lunes le echo en cara no haber sido como Lenin, Mao, Ho Chi Min o Fidel, no haber salido a cazar a los contrarrevolucionarios, pero por qué hacerlo si él creyó en la paz cuando formó la Unidad Popular y ganó las elecciones. Esos minutos finales en la Moneda debieron ser difíciles disparando con la kalashnikov que le regalo Fidel, pero él murió creyendo en que la vía pacífica del socialismo era posible y que el poder popular era realizable.
 
Aunque ese camino quedo trunco y el neoliberalismo empezó a mostrar sus garras en el Chile de Pinochet para después pasar por América Latina, el camino sembrado dio una nueva cosecha en Venezuela, Bolivia y Ecuador, el camino de la vía pacífica al socialismo, tal vez uno nuevo, sin tanta teoría y con más práctica, con un marxismo no solo interpretado a lo Gramsci, sino también a lo Zapata, a lo Sandino, a lo Bolívar, a lo Artigas, a los Prestes o a lo Martí, planteo un nuevo camino a creer que solo en el pueblo están las respuesta buscadas a crear una sociedad sin explotadores ni explotados, más justa, más democrática y más humana. El Poder Popular volvió, reverdecido, con ganas de más, de participar, de ser visible, de dejar de ser invisible para pasar a ser visible. Con todos sus aspectos negativos pero con los positivos más dispuestos y más reales. Bajaron de los morros, de las montañas, salieron de la selva, de los ríos, dejaron las calles, los barrios, fueron a votar, pero también a participar, a decidir, a construir. Entonces la derecha volvió, porque ESOS no podían gobernar, no podían PARTICIPAR, no debían estar en el PODER. Entonces sacaron sus lock outs, sus propagandas, sus mercenarios, sus persecuciones y llamaron a su Tío para que los ayude.
 
Al igual que Allende hace 43 años atrás, en este avance de la derecha sobre América Latina, hicieron lo que tenían que hace en Brasil y Argentina, pero el problema es el mal ejemplo que viene de los otros países, esos que enseñan otra opción de crecer, creer y vivir. Porque con la democracia no los van a poder sacar y generan miedo y odio para que se vayan con dolor, son sangre y con muerte. Hace 43 años se iniciaba un camino muy difícil en la historia de América, no dejemos que eso vuelva a pasar, si queremos que la posibilidad de un mundo más justo y más pacífico.
 
Allende dijo una vez: Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica. Hoy, querer un mundo justo con paz y no luchar con paz por ello, es una contradicción hasta biológica.
 
Hasta la Victoria Siempre Salvador!!!
(*) Columnista de Historia de Desde el Barrio

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