abril 30, 2025

El atroz encanto de pertenecer

El atroz encanto de pertenecer
Por Fernando Protto *
Nunca supe si ser hijo de un delegado gremial metalúrgico fue un una bendición o no, pero siempre alguna enseñanza o aprendizaje me dejo. En estos tiempos que corren surge la necesidad de analizar y exteriorizar algunas reflexiones que surgen de lo vivido, de la experiencia personal y de la historia.
 
Cuando uno ve la situación del movimiento obrero, de los sindicatos, de los trabajadores, el análisis de los medios y el accionar de los políticos no queda otra que volver en el tiempo y, darse cuenta, que si uno no analiza la historia no hay forma alguna de entender lo que pasa. Los análisis simplistas sobran, lo urgente no deja ver lo profundo y los intereses están por sobre lo necesario.
 
Vayamos por partes como Jack el Destripador, la lucha facciosa entre Sindicatos es parte del Movimiento Obrero desde sus comienzos, ya sea por cuestiones ideológicas, políticas o económicas, siempre la disputa existió, pero el corazón de esto no está en quienes disputan el poder, los dirigentes gremiales, la cuestión está abajo, en lo profundo del mismo movimiento. Desde mediados del siglo XX, después de la irrupción del Peronismo en la escena política, los trabajadores tuvieron momentos de pasividad y de lucha, dependiendo siempre del sector o de la conflictividad social existente. En esos contextos, surgieron todo tipo de dirigentes gremiales desde los más dignos hasta los más traidores, pero siempre fueron sus bases los que propiciaron el avance o no de estos dirigentes. ¿Y por qué ocurre esto? ¿Es puramente economicista el accionar del obrero? ¿Es tan falto de conciencia de clase, como plantearían los marxistas? Para encontrar respuestas, la experiencia personal y la historia nos ayudan. Una vez le plantee a mi viejo que él fue elegido delegado por su conciencia de clase, que había ido desarrollando y lo llevo a unirse al sindicato la termino de forjar, entonces tranquilo y con vos firme me dijo, yo fui delegado porque me eligieron mis compañeros y se ellos me eligieron los tenía que defender, toda explicación teórica se redujo a la nada, cuando en su respuesta se escondía la humildad de algo más profundo, que era el compromiso y la solidaridad, así fue construyendo redes de lealtad y aprecio entre sus compañeros que lo sostuvieron como delegado 30 años. Cuando los obreros ven en el compromiso y la solidaridad presente en sus propias historias, la trasladan a la bases, de ahí a la fábrica y de ahí al sindicato, entonces exigen del dirigente lo mismo que ven en la base. Ahora, cuando eso se diluye arriba, abajo prende la llamita del descontento y el desprecio, que se transforma en la necesidad de movilizar y barajar de nuevo. Cuando llego el golpe de 1930, los obreros no se escondieron, sino que se replegaron buscando opciones ante el avance represivo. Cuando el Peronismo cae en 1955, la dirigencia gremial no podía responder ante la nueva disyuntiva, entonces su bases dieron nacimiento a diversos dirigentes, desde Vandor a Ongaro, desde peronistas a comunistas, todos se hicieron en la lucha, todos construyeron redes ante un enemigo, que desde el estado, los perseguía por volver a pedir algunos derechos para los trabajadores. Cada casa un sindicato y cada obrero un dirigente. Después llego el Cordobazo y el movimiento obrero volvió a exigir cambios a sus cúpulas y las que supieron responder continuaron y las otras se fueron yendo, por las buenas o por las malas. Y ustedes dirán ¿Y qué paso en 1976? ¿Qué hicieron ante la dictadura? Lo mismo que habían hecho a los comienzos de 1900 y después del Golpe de 1930, replegarse y resistir, no por pasividad, sino por desgaste, se había luchado mucho internamente y el golpe fue más brutal que lo esperado, pero cuando empezó a aclarar, se salió de a poco a resistir y a tratar de ganar la calle. Entonces la disyuntiva entre los dialoguistas y los combativos, la ganaron los combativos y surge un nuevo dirigente, que las bases obreras necesitaban, Saúl Ubaldini. Se resistió con Alfonsín y se claudico con Menem, porque muchos no esperaban que el líder popular, la encarnación de Facundo Quiroga, los agarrara con el cuchillo bajo el poncho. La sorpresa fue mucha y el dinero también, pero muchos eligieron resistir, aún cuando las condiciones no eran las mejores. El MTA, la CTA, los docentes, los estatales, los desocupados replegaron y resistieron. Una vez que se llego al 2001 y se toco el 5to infierno, el Movimiento Obrero comenzó a resurgir y a volver a organizarse, nuevas caras y viejos dirigentes, nuevas conquistas y viejos reclamos. Entonces en épocas de bonanza, las dirigencias (combativas y dialoguistas, de izquierda y de derecha) pelearon de vuelta para ver quién era la cabeza, olvidándose qué pasaba en el cuerpo, en ganar la batalla cultural en esos nuevos trabajadores, que no sabían de qué eran parte (lectura que el Anarquismo, el Peronismo y la izquierda obrera de los 70 habían hecho genialmente), entonces mientras otros discutían, los encantadores de serpientes sacaron sus artilugios y convencieron a ese obrero que su esfuerzo solo hace todo, que el compromiso y la solidaridad no construyen en sí mismo y que todo lo hace uno. Ahora, ante este avance de la derecha, uno no vuelve a ver la historia repetirse, sino que ve las cosas vividas aparecer. Las caras de gente que no sabe cómo llegar a fin de mes, la sensación de no saber si vas a mantener tu trabajo, el dolor de perder todo lo que tanto esfuerzo costo, sentir que el futuro va a ser más amargo que dulce, recorre mi cabeza y me recuerda el llamado a casa de los compañeros de mi viejo que no sabían si los iban a echar o no y mi viejo sin saber si la fábrica cerraba y ya no había más trabajo. Vuelve a mi mente su preocupación y el dolor de sus compañeros, la imagen de las fábricas cerradas y el primer uso de mi computadora para que mi viejo haga la lista de compañeros que podían aguantar el despido y los que no, enterarme cada historia de vida y cada miseria. Aún así, la entereza de mi viejo seguía ante tanta desazón, porque replegarse y luchar fue su vida.
 
Uno no puede dejar de sentir dolor, pero sin la Unidad de los que Trabajan no hay lucha posible. Por eso, cuando uno ve tan análisis simplista de la realidad y sobre qué harán los dirigentes, se olvidan que las bases ya están yendo hacia su Unidad. Que el futuro es incierto, es más que claro, pero que los sindicatos y las centrales obreras tengan que ir hacia la unidad o la lucha en conjunto es porque hay un Movimiento Obrero que marca el camino de la lucha y eso es visible y plausible. No sabremos qué pasara, pero si que lucha habrá.
 
El atroz encanto de pertenecer está en que aunque uno sabe que la lucha cuesta, lo que no cuesta es saber que vale la pena luchar.
Columnista de Historia de Desde el Barrio / Radio Gráfica

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