Por Lucas Molinari (*)
Domingo. La Nación titula: “El Gobierno tiene un alto nivel de apoyo pese a las turbulencias económicas”. En Página, un informe -“Las joyas de los abuelos”- acerca de cómo se busca a través de una ley liquidar las acciones que tiene Anses en las principales empresas del país.
Luego, otras informaciones. América latina. La defensa de Venezuela, el conflicto permanente en Brasil. Una Alianza del Pacífico que tiende a fortalecerse al ritmo del debilitamiento de los hilos de la integración.
Entre medio, el imperialismo. La autonomía de las Fuerzas Armadas en Argentina. La propuesta de las bases yanquis en la triple frontera y en Tierra del Fuego ¿Será que tras una década de intensiva destrucción en Medio Oriente, vuelven sobre su “patio trasero”? ¿Alguna vez se fueron?
Argentina, en un histórico empate. Ahora ellos gobiernan. Los corruptos, los saqueadores, los que endeudaron y vendieron la Nación. Eso parece estar claro. “Ceocracia” caracterizan algunos.
Ahora bien, ¿puede alguien de las filas nacional-populares plantear: “quiero que le vaya bien a este gobierno”? ¿No significa eso que le vaya muy pero muy mal a nuestro Pueblo/Nación? Porque, con fundamento histórico se podría argumentar que cuanto más tiempo estén en la Rosada, más daño lograrán hacer. “Están apurados”, explican algunos… “En seis meses dieron marcha atrás con doce años de conquistas”, dicen otros.
Lo cierto es que no parece el macrismo pensar en la “correlación de fuerzas”. Quienes piden “gradualismo” es porque no pueden entender que la política del shock tiene un objetivo claro. Disciplinar y, a la vez, propagar la anti-política como herramienta para encerrar la “cosa pública” en un set de televisión y encorsetarla en el juego de las consultoras.
Sin embargo, y más allá de la partidocracia, existe un debate en la base popular: ¿dura este gobierno? No falta quien comenta con la boleta de luz en la mano o después de hacer las compras: “en algún momento se va a pudrir”.
Es decir que el “problema de la gobernabilidad” existe. En Brasil el movimiento popular plantea “Fuera Temer”. En Venezuela ante la amenaza imperial más de medio millón de militares y milicianos se apostan en las calles.
En Francia una reforma laboral busca fulminar a un movimiento sindical que resiste. En términos comparativos, Argentina tiene de las más importantes estructuras sindicales a nivel mundial. Eso pesa a los liberales. Por más CEOs que sean y más confianza que se tengan, la resistencia nacional está en crecimiento.
Un semestre de fuertes movilizaciones. De una Tierra del Fuego convulsionada a una Jujuy sitiada, en Córdoba y Buenos Aires, como en otras provincias, la unidad sindical por abajo se afianza. Porque son setenta mil los dirigentes gremiales en Argentina que en defensa propia, algunos, y con proyección programática otros, están saliendo a dar pelea.
Ante el precipicio neoliberal, la resistencia nacional va a ir gestando revueltas. Por más que sean inorgánicas muchas de ellas. Que puedan no generar cambios estructurales en el corto plazo. Pero existe un acumulado político que podría expresarse a nivel nacional. Sólo si hay dirigentes que logran encontrar los caminos de la unidad para que la destrucción no avance.
La meritocracia que desprecia al pueblo trabajador. La antipolítica que plantea la corrupción como contradicción principal. Los jetones que hablan de “la pesada herencia” y que de manera burda parte de nuestro pueblo repite contra sus intereses.
Pero la mentira tendrá su límite. El pueblo tendrá que salir a las calles para definir en política. Para patear el tablero de quienes quieren condenarnos a naturalizar ser una pobre colonia. Para irrumpir en los negociados de las corporaciones que quieren dejarnos sin nada.
Allí radica entonces la convicción revolucionaria. En dar cuenta que si “el soberano es el pueblo” la pelea por un sentido común “nacional-popular” debe empezar por no aceptar el republicanismo y responder: “Democracia es hacer lo que el pueblo quiere”.
(*) Periodista, conductor de «Punto de Partida», lunes a viernes de 8 a 10 horas.