Por Marlene Silva *
“Son todos ñoquis”. Hete aquí la construcción social de un sentido y la instalación de un argumento sobre el cual se monta luego la guillotina. Que no es menos que la decisión política de achicamiento del Estado y de dejar sin trabajo a miles de compatriotas.
Argumento pobre, por cierto, pero que requiere reflexión. No está sólo ni viene de la nada. Es parte de un paquete y tiene antecedentes. ¿O la ley de medios no era ultra k? ¿O las empresas públicas privatizadas en los `90 no estaban llenas de vagos? ¿O lo nacional no era todo malo y lo de afuera, bueno?
A los 600 trabajadores y trabajadoras del Centro Cultural Néstor Kirchner que pierden su fuente laboral, se suman despidos en los municipios de La Plata y Quilmes, Senado, Poder Ejecutivo. Son más 12 mil personas sin trabajo en algunos pocos días. Y sólo del ámbito público. “Desvinculaciones” les llaman. Las palabras no son azarosas.
La comunicación se constituye en una herramienta puesta al servicio de un proceso de difamación, complicidad, aceptación, fundamentación de despidos y criminalización de la defensa del derecho al trabajo. Se pretende demonizar a los trabajadores presuponiendo creencias y la no realización de tareas.
Pero esta serie de despidos por doquier tienen sus focos de resistencia. Por su parte, a los discursos que justifican dejar mujeres y hombres sin laburo, se contraponen espacios de comunicación popular, alternativa o comunitaria. Las voces no representadas se representan a sí, se expresan en redes sociales, se viralizan, se levantan y abren paso.
Que el dedo no tape el sol. ¿Cómo es posible el festejo de la desocupación? Las razones de los despidos no encuentran otra lógica que el odio y objetivos irreproducibles en la opinión pública por parte del la gestión macrista. El discurso del “ñoqui” sintetiza la discusión y es profundamente mentiroso.
La realidad es muy cruda como para mostrarla a cara lavada. Miles y miles sin ingresos, clausura del Congreso, censura mediática, gestión por decreto y transferencia de dinero hacia los sectores más poderosos, con quita de retenciones para unos y pérdida del poder adquisitivo para otros. Devaluación, tarifazos y nuevo megacanje. Es decir, ajuste y más ajuste para el pueblo argentino.
Al golpe del bolsillo, ¿cómo se le responde? ¿Se lo respeta? ¿Quién respeta el trabajo? ¿Vamos a volver? (como dice el cantito) ¿O será que seguimos acá, más de pie que nunca?
* Periodista / Radio Gráfica