junio 12, 2025

La lucha continúa

Por Eliana Cabezas *

Las semanas previas al Ballotage no fueron fáciles. El sentir se llevaba puesto a la racionalidad. Risas, luego el miedo. Lágrimas que intentaban reflejar lo que pasaba por el cuerpo sin mucho éxito, pero que garantizaban las palabras de apoyo. Porque cuando había uno que flaqueaba, otro lo sostenía. Es que no éramos un conjunto de individualidades, sino un colectivo que quería seguir conquistando derechos.

Las calles quedaron plagadas de política. Los científicos salieron a lavar los platos. El obelisco se llenó de simpatizantes llevándose puesto los malos augurios. Los artistas invadieron Avenida Corrientes. Se respiraba otro aire. Distinto, pero revitalizador. Pues se había puesto en marcha el campo popular. Y como nunca antes, el puerta a puerta, el salir a enamorar. Fueron días en que las ansias de construir una Patria más justa vencieron a la comodidad. Es que no había tiempo para descansar, los riesgos eran demasiado altos.
Después, el silencio. Ese que llamaba a la reflexión y despertaba lo impensado. El miedo. La incertidumbre. La ansiedad. Los nervios. Las constantes ganas de llorar. Los sentimientos que se llevaban por delante a la expresión. Las palabras que quedaban relegadas y el síndrome de la hoja en blanco. Arrancar y borrar lo hecho. El ciclo que inevitablemente se repite una y otra vez hasta comprender que las sensaciones deben pasar necesariamente por el cuerpo. Muchas, en todas sus variedades. Tantas que el sueño se tomaba vacaciones y el insomnio se convertía en el actor principal. Siempre firme e impidiendo cerrar los ojos, incluso en la noche previa a la elección.

Pero al otro día, salió el sol y estuvo más radiante que nunca. Se celebraba el proceso democrático, se esbozaban sonrisas. Había alegría. Las corazonadas eran fuertes. El clima del ambiente parecía anunciar la profundización del proyecto Nacional y Popular. Sí. Parecía. Porque cayó la noche neoliberal y comenzó a hacer frío. El ciclo que volvía a empezar. De nuevo las emociones. No entender. Tener ganas de despertar y no poder. La presión en el pecho que subía hasta la garganta, para convertirse en un nudo. Luego, el llanto. Respirar profundo. Mirar alrededor. Ver a los compañeros en la misma situación y con las banderas en alto. Comprender que esto era sólo un batalla, que sí teníamos la remera de Evita puesta era porque no nos habían vencido.

El presente. Imágenes constantes que van y vienen. Recuerdos. Instantáneas de un tiempo pasado. Los bombardeos a Plaza de Mayo, el Golpe del ‘55, la proscripción, los 30 mil compañeros detenidos – desaparecidos. Las peores atrocidades. Aún así, no pudieron. La organización popular fue más fuerte. Y es por ese camino que hay que ir. Sin abandonar la calle, pero haciendo la autocrítica correspondiente. ¡A no bajar los brazos que esto no termina mientras haya un solo pobre!

(*) Abramos La Boca / Radio Gráfica

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