febrero 18, 2025

Dos años sin Pitu y sin Pola

Dos años sin Pitu y sin Pola

Por Martina Noailles*

El 13 de octubre de 2013, el conventillo de Melo y Salvadores fue incendiado intencionalmente. El fuego se llevó la vida de dos hermanos de 10 y 11 años. Sin techo y sin justicia, la familia resiste y pelea por los derechos que el Estado porteño vulnera en La Boca.

Sin techo, sin Pitu y sin Pola. Así quedaron Jorge, su mujer y sus dos hijas, hace exactamente dos años. Aquel (in)olvidable 13 de octubre de 2013 alguien o, mejor dicho, varios nadies encendieron la mecha y el conventillo de Melo y Salvadores se convirtió en cenizas. Todos pudieron salir. Incluso el Polaco, como le decían a Víctor, quien con sus 11 años y sus enormes ojos verdes entró a buscar al Pitu (Héctor) de 10. Ninguno salió. Sus sonrisas quedaron bajo las chapas acanaladas. Todo el barrio lloró.

Sin Pitu y sin Pola, Jorge intentó recuperar un techo para dar abrigo a su familia. Pero quienes tienen en sus manos la obligación de garantizar los derechos de los más vulnerables hicieron difícil lo urgente. Los funcionarios mezquinaron migajas, mientras los especuladores se frotaban las manos porque, como ante cada incendio, veían en el vacío sin conventillo un terreno libre para sus negocios inmobiliarios.

DSCN2159Con los 7 mil pesos que, por única vez, le dio el Gobierno porteño, Jorge salió a buscar un lugar. Recién lo encontró en Laferrere, a 30 kilómetros de su barrio, del campito donde jugaban sus hijos, de la escuela, de la salita, de Casa Rafael. Después vino el subsidio habitacional (ese que hoy otorga 1800 pesos por familia y que obviamente no alcanza para alquilar ni una pieza). Mes a mes, con el dolor en el pecho, Jorge tuvo que demostrar la vulnerabilidad de su familia diezmada por el fuego, las necesidades de su mujer discapacitada, de sus hijas adolescentes que hacían 60 kilómetros todos los días para seguir en la misma escuela. El recuerdo de sus hijos le dio fuerza para seguir, para organizarse con otros vecinos y gritar por Justicia, por el derecho a la vivienda para todo el barrio y el de los pibes, a tener espacios para jugar. Sin violencias.

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Hace apenas unos meses, la familia logró volver a La Boca. Con el subsidio de 1800 y el dinero que junta Jorge recolectando cartones, vidrios y otros materiales que se desechan en el barrio, reúnen los 2700 pesos que cuesta una pieza en un hotel. Ahora deben algunos meses porque en la Ciudad no le reconocen el recibo que le da el hotel, el mismo papel que hace un mes sí le aceptaron. Jorge está seguro que lo hacen para desgastar, para que se canse y no vaya más. Dice que “si a Niembro le dieron 20 millones así nomás, cómo puede ser que para cobrar 1800 te pongan tantos obstáculos”. La posibilidad de quedar en la calle lo amenaza. Pero no lo detiene. Vuelve una y mil veces a la esquina del incendio, donde un santuario recuerda a sus pequeños. Mastica bronca porque el lugar está abandonado y, sin embargo, la prefectura –la misma que no vio nada cuando encendieron el fuego- no lo deja pisar las cenizas acumuladas ni siquiera para colgar una bandera.

“El terreno sigue igual, no lo limpiaron, no te dejan tocarlo, cuando pongo el santuario con las fotos siempre hay un problema. La Justicia no preservó nada, no lo cerró; lo abandonó”, dice mientras prepara un petitorio para que todos los vecinos pidan la recuperación de ese espacio. Y la Justicia tampoco hizo justicia con los responsables de quemar intencionalmente el conventillo. De los tres sospechosos sólo hay uno procesado y a la espera de un juicio que debería haber comenzado en agosto pero que se suspendió “por el pedido de más pericias”. Así, Jorge y su familia, sin techo, sin el Pitu, sin el Pola y también sin Justicia, resisten.

* Periodista de Sur Capitalino

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