
Por Iván Novotny
Europa vive la crisis migratoria más importante desde la Segunda Guerra Mundial: durante este año ya han solicitado asilo y refugio más de 400.000 personas. Se estima que para fines de 2015 querrán ingresar 800.000 inmigrantes a Europa buscando mejores condiciones de vida. Estas personas provienen en su mayoría de Siria, Afganistán, Kosovo, Eritrea, y tanto otros países en guerra civil, o atestados por guerras e invasiones bélicas.
Muchos de los inmigrantes quieren arribar a los países más desarrollados económicamente del Norte de Europa, como Alemania, Francia o Inglaterra. Es importante destacar que esas potencias económicas y militares europeas han generado las causas de estas crisis: con sus ataques militares, como la reciente intervención en 2011 para destituir a Kadafi en Libia comandada por Francia, quedando luego ese país en guerra civil. Como no imaginarse la terrible situación heredadas luego por esas poblaciones, que buscan después escaparse de una muerte casi segura.
Sus acciones perjudiciales se les vuelven en contra a esas potencias europeas, que también son las que intervienen militarmente en busca de recursos naturales. Por ejemplo, en Níger se exporta casi todo el uranio a Francia para mantener las centrales nucleares que proveen el 75 % de la energía francesa. Es sabido que las potencias militares financian a grupos para-militares para lograr quedarse con las riquezas.
Se generan como consecuencia hechos catastróficos que vemos casi todos los días, como el caso del camión abandonado en una ruta de Austria el pasado 27 de agosto donde en su interior se murieron asfixiados 71 inmigrantes -entre ellos cuatro chicos; más de 800 inmigrantes muertos en el Mediterráneo en abril y muchos más. Encima quienes llegan son víctimas de redes de tráfico de personas, de mafias, que les ofrecen a estas personas en busca de un mejor destino, traslados en condiciones paupérrimas. Anhelan poder lograr una vida digna, comer, tener un trabajo, tener salud, educación, que en su país no lo tienen. Son víctimas de un sistema violento, que discrimina, no pone al ser humano como valor central sino que sólo importan la ganancia, el dinero, al poder económico despojando a grandes conjuntos humanos de acceso a los bienes de su tierra, sus recursos, quitándoles oportunidades para vivir dignamente.
Muchas veces desde el sentido común se ve al inmigrante, al refugiado, a aquel que pide asilo como alguien que no quiere vivir en su lugar de origen, como un delincuente que “viene a sacarnos el trabajo, a usar nuestros hospitales y escuelas”, pero en realidad son grandes conjuntos humanos víctimas de una violencia económica, racial y física en un sistema que no les permite tener una vida mejor en su propia tierra. Es una situación paradójica, ya que por ejemplo en nuestro continente latinoamericano hay experiencias históricas de recibir olas inmigratorias. En Argentina, por ejemplo, la gran mayoría de la población es descendientes de europeos que vinieron escapando de la guerra o buscando una mejor vida a principios del siglo XX, al igual que hoy lo hacen africanos, árabes, asiáticos hacia Europa.
Es indispensable pensar, reflexionar, acerca de la salida a esta situación. Principalmente creo que la respuesta no vendrá del poder económico, financiero o militar, que es el que gobierna hoy en Europa y generó esta catástrofe. Hay ejemplos positivos muy interesantes, que se comienzan a despertar en los pueblos. Recientemente en la nota publicada en Pressenza “Impresionante demostración de solidaridad de los alemanes en apoyo a los refugiados”, se describen acciones solidarias de redes integradas por ciudadanos alemanes en ayuda de los inmigrantes, les ofrecen alojamiento, comida, los acompañan para mejorar sus condiciones en su llegada al país cuando hacen interminables colas de varios días para conseguir concretar los trámites inmigratorios. Porque si los gobiernos no quieren hacerse cargo, es interesante ver esta sensibilidad bondadosa creciendo en los pueblos para contrarrestar el sufrimiento en otros.
Se necesita una gran reflexión, discusión e iniciativa desde los pueblos, gobiernos, organismos internacionales para generar un nuevo esquema mundial de relaciones internacionales basadas en el multilateralismo, en la igualdad de oportunidades para todas las naciones y pueblos, donde unas potencias no se sobrepongan violentamente a otros países postergados y despojados de sus posibilidades.
Siempre hay esperanzas –y hoy vemos indicios claros- de que en los pueblos se despierte algo nuevo, mejor, desde la bondad y la solidaridad, como el caso de esos ciudadanos alemanes solidarizándose con los refugiados, ofreciendo una ayuda desde la base social. Se despierta una nueva sensibilidad que puede ver lo humano en el otro, registrando al otro como un ser humano por más que sea de una cultura distante, desde ese lugar lo puedo ayudar de algún modo. Si esa sensibilidad bondadosa va creciendo pueden cambiar las cosas positivamente para todos y no para unos pocos.
Un ideal como la Nación Humana Universal, donde confluyan en igualdad pueblos y culturas, donde las riquezas de uno no sean despojadas por otro, sino que la colaboración mutua, el crecimiento común sea el signo, es una aspiración que nos guía hacia el futuro para comenzar desde ya a construir en una dirección humanizadora.
IN / MC / GF / RG