Por Martín Gorojovsky*
Se hace difícil elegir un punto de arranque para analizar a este River campeón de América 2015. Las reflexiones sobre el plantel, el director técnico, el juego y el recuerdo de la difícil historia reciente del club de Núñez-Belgrano son opciones tan tentadoras como extensas. Intentemos entonces algunas observaciones sobre estos puntos de arranque sin pretensión de conclusión definitiva, sino más bien con la idea de captar algunas sensaciones.
El equipo
En primer lugar, ¿quién es la figura de River? La pregunta la plantea el colega tripero Martín Burgos (Goal.com) y no resulta fácil de responder. ¿Barovero? Tentador, pero tuvo pocas apariciones determinantes, aunque su ausencia fue notoria cuando no pudo jugar. ¿Los defensores? Tal vez, cada cual a su turno fue un baluarte. ¿Kranevitter, Ponzio? No son malas opciones dada la regularidad de ambos. ¿Sánchez? También es una buena opción por su valor ofensivo, aunque tampoco fue figura excluyente en todos los partidos. ¿Mora, Alario, Viudez? Todos autores de goles y jugadas fundamentales, pero mientras que al primero le faltó estar en el final los otros dos solo llegaron para los últimos partidos, con lo cual sería injusto darlos por figura de la campaña. Por lo tanto es una buena ocasión para desempolvar el cliché que reza «La figura es el equipo». River conformó un plantel que tuvo dudas al comienzo, pero que a la hora de los mano a mano tuvo un conjunto equilibrado donde si alguien no rendía al cien por cien otro llegaba para ayudar.
El juego
Se suele decir de este River 2014-2015 que no es parecido a su tradición histórica. La afirmación es válida a medias porque si bien los jugadores más recordados del Millonario suelen ser volantes ofensivos y delanteros siempre en sus equipos campeones hubo algún caudillo defensivo, llámese Reinaldo Carlos Merlo, Néstor Rossi, Norberto Yácono, Oscar Ruggeri o Hernán Díaz. Por otro lado afirmaba Ángel Labruna en 1975 (a punto de comenzar el ciclo que sacó campeón argentino a River después de 18 años de sequía) que los cinco delanteros de La Máquina también bajaban a ayudar en defensa y que para ganar títulos no bastaban un par de goles y gambetas. Si estos dos atributos son parte de la tradición, ambos aparecieron en el flamante campeón. Pero hay más.
Ninguna de las veces que ganó la Copa Libertadores River fue como en los títulos locales un equipo que «bailó» rivales partido a partido (como fue el caso por ejemplo del equipo de 1996-1997, y ni siquiera entonces fueron tan sencillas las campañas). En 1986 del juego ofensivo de Francescoli, Amuchástegui y Morresi, se pasó a al más combativo de Centurión, Funes y Alzamendi, en un camino sembrado de partidos bravos contra (entre otros) Boca, Argentinos Juniors y América de Cali (los dos últimos campeón y subcampeón vigentes respectivamente). Mientras que en 1996 el floreo quedó para rivales como Minervén y Caracas (rivales venezolanos de la primera fase cuando el fútbol de aquel país no había comenzado la evolución que hoy le conocemos) o Sporting Cristal (en la vuelta de los octavos de final tras un mal partido en Lima). Después de eso series cerradas ante San Lorenzo, Universidad de Chile y América de Cali.
El entrenador
Marcelo Gallardo se metió en la galería de los grandes de la historia de River en poco más de un año. No es que no se lo recordara como jugador, pero sus etapas 2003-2006 y 2009-2010 estuvieron marcadas por el ciclo de declive que llevó al Millonario a la B Nacional. Quedaba el recuerdo de un 10 completo, juvenil promovido por Passarella en los ’90, que en su segundo y tercer ciclo había dejado pinceladas de calidad junto a fracasos deportivos como la Libertadores de 2004 ante Boca o las campañas condenatorias.
Su arribo como DT se produjo tras una nueva renuncia de Ramón Ángel Díaz como entrenador, luego de un campeonato local (el que valió la clasificación a esta Libertadores) marcado entre otras cosas por la tensa relación con la dirigencia. El símil con la renuncia de 2002 pesó como un fantasma. ¿Otra vez se cometía el mismo error? Sin embargo tras unos partidos de dudas (el triunfo por penales ante Ferro en la Copa Argentina 2014 y el empate ante Gimnasia en el debut del Torneo de Transición) comenzaron a llegar las victorias lujosas y con ellas el idilio que hoy es romance entre la hinchada y el entrenador.
En este año y monedas Gallardo recuperó a Ponzio, que había sufrido un declive entre 2013 y principios de 2014 tras un buen 2012; supo elegir los refuerzos en los momentos claves; no se encaprichó con esquemas tácticos (el paso del 4-3-1-2 al 4-4-2 que implicó relegar a Leonardo Pisculichi); y le inyectó al equipo una mentalidad ganadora que le permitió (por dar apenas un ejemplo) asimilar el golpe de un clásico perdido y vencer (dentro de lo que hubo de futbolístico) a Boca en la serie de octavos de final. La cuenta por el momento marca tres títulos internacionales y un subcampeonato local.
La historia reciente
Cuatro años atrás River estaba por debutar en la B Nacional tras un descenso al que no le habían faltado detalles humillantes en lo deportivo y deprimentes en lo institucional. Tras el ascenso las campañas de 2012 y 2013 fueron más bien grises, y aunque se festejó mucho el título local de 2014, la vuelta a la Libertadores se veía como una posibilidad de volver a la alta competencia continental más que como una posibilidad real de reconquistar el esquivo trofeo. ¿A qué vamos con esto? A que es difícil encontrar hinchas de River que hayan creído que esta conquista era posible incluso un año atrás. Semejante recuperación es inédita en la historia del fútbol argentino.
La chicana futbolera le canta (y le cantará) al Millonario que la mancha del descenso no se borra nunca más. Por supuesto, porque la historia no se niega, sino que se supera. Y ayer River, sin borrarla, dejó definitivamente atrás la peor etapa de su historia.
* Abrí la cancha / Radio Gráfica