Por Ariel Weinman*
Apenas se conoció la noticia sobre la investigación de la justicia estadounidense sobre la FIFA y los pedidos de captura de varios de sus dirigentes, entre ellos tres empresarios argentinos, las sensaciones encontradas no dejaron de suscitarse.
Los medios locales titulaban “escándalo mundial”, “qué barbaridad”, “cómo era posible tanta corrupción”, dando por supuesto que en el Norte sí hay justicia y que actúa de forma “independiente”. De algún modo vendría a poner orden allí donde se habría perdido, siempre bajo los imperativos morales de que la corrupción no es un buen camino para los negocios.
Cuando uno comenzaba a leer los zócalos de los noticieros con el título “Peligra el Mundial 2018 en Rusia” podía comenzar a entender un poco mejor las cosas: la justicia norteamericana actúa como el muñeco del ventrílocuo, un poder económico y político despechado por la dirigencia de la FIFA, que lo dejó afuera del negocio del fútbol al no designar a Estados Unidos como sede de los próximos Mundiales. Además, que lo colocó al margen del negocio del lavado de dinero y para colmo en sus propias narices.
La justicia del norte interpreta el papel que le corresponde en la comedia de sus mandantes. En su guión figura resucitar la guerra fría de otros tiempos. Les duele que en el mundo ciertos acontecimientos, entre ellos el fútbol, escape a sus dominios. Y reacciona airadamente.
No deja de ser paradójico que quienes aquí destacan la labor de los fiscales no pongan la misma consistencia en reclamar investigación por las atrocidades de los marines norteamericanos en Medio Oriente y en todas las zonas conflictivas del planeta, que siempre tienen como condición de existencia la presencia de esas tropas estadounidenses.
Para la visión colonial hay cosas que merecen ser investigadas, vigiladas y castigadas, mucho más cuando afecta los intereses de los poderosos.
En esa línea, seleccionan mostrar a uno de los imputados argentinos, Alejandro Burzaco, presidente de la empresa Torneos y Competencias, en el césped de la Bombonera cuando el superclásico estaba suspendido en el partido de vuelta de la Copa Libertadores, y se preguntaban “¿qué hacía el empresario en ese lugar?”. Suponemos que ejercía presión para que el partido continuara, es decir, defendía sus negocios televisivos con el cuerpo. Pero no se preguntaban que no hace la justicia criolla para desentrañar los sólidos vínculos entre los dirigentes, los barras y un sector de la política que parece financiarse también con el fútbol.
Torneos y Competencias, además de socia de Clarín, lo es del gobierno nacional en Fútbol Para Todos. Resulta paradójico que quienes nos robaron los profanos goles durante la década neoliberal en virtud de sus santos negocios, y hoy hacen lobby para volver a secuestrarlos, sean la herramienta para democratizar el fútbol como un hecho de la cultura popular.
La evidencia que emerge por estas horas, también nos hace repensar las transmisiones de la pasión de multitudes. Para que en lugar de gestionarse con los equipos técnicos y periodísticos de los empresarios cuya única patria es el dinero, pueda realizarse con la profesionalidad de los que tienen amor por la pelota y el corazón mirando al sur.
* Panorama Federal / Radio Gráfica