
*por Ramiro Coelho
La reciente visita de los compañeros del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE) al piso de Radio Gráfica abre la posibilidad renovar la mirada sobre cuestiones económicas y políticas estructurales, que cotidianamente engrosan las agendas informativas de los medios hegemónicos, siempre tan urbanos y eurocéntricos. Tenencia y uso de la tierra, seguridad y soberanía alimentaria, propiedad comunitaria y Ley de Agricultura familiar parecen ser palabras de un mundo lejano, casi exótico. Sin embargo, son parte de nuestra vida cotidiana y causa de las tensiones económicas y los debates políticos que invaden, a veces de manera compulsiva, la agenda de los medios. “Déficit fiscal, inflación, competitividad de la economía argentina, atraso cambiario” y otros términos “técnicos” se convierten en auténticas zonceras que encubren debates mucho más sustanciales para quienes vivimos de nuestro trabajo y todos los días vamos a supermercado, la feria o la verdulería a comprar nuestros alimentos.
Cuando el movimiento campesino indígena logra aparecer en la esfera pública, casi siempre en medios populares, nos recuerda que los alimentos que consumimos son producidos por alguien que vive de y con la tierra. Que las oleaginosas que exportamos, generan ingresos de divisas para las políticas sociales, la reindustrialización y la generación de empleo, pero empobrecen nuestro suelo. Que la agroindustria genera mayor valor agregado, pero la tierra que la produce enriquece a terratenientes y funcionarios provinciales corruptos que constantemente buscan expropiar al campesino no de su “propiedad” sino de su medio de vida y su cultura.
Cuando vamos a la verdulería o al supermercado nos preocupamos por los aumentos de precios y tenemos razón. Luego los medios hegemónicos machacan la cabeza de todos nosotros, trabajadores, con “el problema de la inflación”. Y no es un problema menor, los alimentos son los productos que más han tendido a aumentar durante los últimos años. Pero no nos dicen que el control de la comercialización de esos alimentos está en manos de un puñado de empresas que controlan el mercado, o sea los precios, que la tierra que los produce cada día se concentra en menos manos y que, quienes vivieron ancestralmente en ellas, nos alimentaron y llenaron de nutrientes sus montes, praderas y cerros están en peligro.
Es por estos motivos que conocer la ley de agricultura familiar, preguntarnos por qué aún no se reglamenta y por qué muchas provincias no la implementan ni la dotan de recursos es políticamente importante para todos los trabajadores, incluidos quienes reclaman por la desgravación del impuesto a las ganancias sobre sus sueldos.
Durante estos doce años este gobierno ha restituido el derecho al trabajo a seis millones de personas a fuerza de políticas sociales inclusivas y reindustrialización por sustitución de importaciones. El acceso popular al consumo ha sido uno de los motores de este proceso. Tal vez sea el momento para que comencemos como trabajadores a sacar el velo a las zonceras que lo encubren y encontrar detrás de ellas las manos que producen lo que consumimos y la tierra que lo genera. Los compañeros de los movimientos campesinos, nuestra madre tierra y, seguramente, nosotros mismos estaremos muy agradecidos.
*Columnista de Abramos La Boca