Por Gabriel Fernández *
Son los cuatro elementos centrales que dan cuenta de la hondura de las transformaciones que se despliegan, pacíficamente, en nuestro país. Cambios mucho menores a los conocidos en la última década han costado, en otros territorios, decenas de miles de muertes, grandes convulsiones e inestabilidad económica y social. Tal como lo hizo en los años 40, apelando a la economía de fuerzas, el pueblo argentino golpeó una vez –en el 2001- pero con tanta energía que modificó el país.
Póngase a leer tranquilo, por favor. Vale la consideración para quienes progresivamente afirman con aires de comprensión que “vamos logrando lo que se puede, acá no se hizo una revolución, por lo menos avanzamos un poco”. Este dislate ignora que el peronismo más genuino, asentado en el interés popular de fondo, está desarrollando el segundo cambio revolucionario de nuestra historia contemporánea. Luego, con los años, los emergentes léidos de estas fajas perdonavidas, indagarán un poco y reconocerán la profundidad del tramo que estamos atravesando.
Al comienzo, se disciplinaron las Fuerzas Armadas. Lo imposible se hizo real, al punto que hoy nadie repara en ello. Los militares argentinos que participaron directamente en la represión fueron enjuiciados y, cuando se los halló culpables, condenados. Los demás, quedaron bajo la égida del poder institucional surgido de las urnas. Es pertinente imaginar en una situación como la presente el modo en el cual hubieran operado las FFAA apenas un puñado de años atrás. Es decir, en lugar de ser orientadas por grandes empresas y poderes extranacionales, las mismas fueron adecuadas al hacer, pensar y parecer del Estado Nacional.
A partir de allí, todo lo demás. La instauración de las paritarias como columna vertebral de la dinamización del mercado interno, acompañada por planes sociales, incentivos a las cooperativas y emprendimientos sociales. Esta intervención estatal en la economía facilitó un crecimiento productivo que venía impulsado por la adecuación del tipo de cambio gestado en el tramo inmediato anterior. Se recuperó YPF, Aerolineas, se desmoronó el brutal negocio de las Administraciones de Fondos y Pensiones en detrimento de los grandes bancos.
Se quebró el vínculo monitor con el Fondo Monetario Internacional y se afrontó con actitud soberana el desafío de los capitales financieros más poderosos. La Argentina se configuró como eje de la forja de la Unión de Naciones Suramericanas y entabló relaciones con zonas económicas objetadas por el centro imperial, aglutinadas en el BRICS. Desarrolló en todo momento una política internacional independiente y equilibrada, sin colisiones y sin concesiones.
No alcanza un artículo, pero digamos algo más: se expandió el presupuesto educativo, se mejoró el ingreso de docentes y jubilados, se activaron las presentaciones culturales y se instauraron innumerables centros de estudios populares para la formación de las personas sin títulos previos. Se impulsó un plan de vivienda muy valorado en las regiones populares como el Procrear. Y se puso blanco sobre negro el debate nación antinación en relación a los medios de comunicación para que el análisis abierto resulte sincero como alguna vez solicitó Arturo Jauretche en Los profetas del odio y La Yapa.
Como yapa, precisamente, casi cual el taco del goleador que arriba bien perfilado, se apuntaló la investigación científica hasta enviar una nave al espacio.
Falta tanto por realizar que tampoco alcanza una simple nota. Falta una nueva Ley de Entidades Financieras; un rediseño de la producción agropecuaria; una nueva discusión sobre recursos naturales; el cubrir los eslabones faltantes de la cadena productiva. Pero la evaluación de lo construido vale para saber, además, dónde estábamos sobre finales del siglo anterior.
Ahora bien, hoy se encara una reformulación del área de Inteligencia. Una zona eternamente gobernada por la CIA e influenciada por los agentes de las potencias capaces de aportar sobresueldos a los indignos alcahuetes en las sombras que jamás renunciaron a sus ingresos locales. Años y años de espiar a jóvenes en los centros de estudiantes, a sindicalistas que luchan por sus compañeros, a organizadores sociales que bregan por ampliar derechos. Años y años destinados a gestar campañas de confusión cada vez que la nación intentaba ponerse de pie.
Décadas de aprovisionar informativamente a las cloacas informativas más soeces las cuales cada vez que un humilde consigue conchabo salen a hablar del gasto público, cada vez que una familia se despega de la indigencia denuncian el clientelismo y cada vez que un hombre rechaza los despidos salen a hablar de la tolerancia ante el terrorismo. Tiempos siderales acompañando y fomentando campañas empresariales hacia la concentración, encubriendo a los evasores y cooperando con los narcotraficantes.
Hoy, la presidenta Cristina Fernández dispuso la disolución de la Secretaría de Inteligencia. Asimismo, anunció que presentará una ley que establece la creación de la Agencia Federal de Inteligencia. Estos son los elementos básicos de los anuncios presidenciales. Acérquese lector:
-Tendrá un director general y un subdirector, designados por el Ejecutivo, con acuerdo del Senado.
-Estos dos funcionarios serán la única vía de acceso a la Agencia Federal de Inteligencia
-Se crean bancos de protección de datos y archivos. Se garantizará su protección legal.
-Se contemplarán penalidades de 3 a 10 años –es decir que no serán penas excarcelables- a todo el que intercepte conversaciones telefónicas o de cualquier otro tipo.
-También serán penados los funcionarios que tomen contacto con los servicios de inteligencia por fuera de las dos autoridades de la Agencia.
-Se establece las transferencia a la Procuración del Sistema de Observaciones Judiciales, es decir, del sistema de escuchas, “porque es el único sistema extra poder”.
– Se establece un plazo no prorrogable que no podrá ser mayor a 90 días para entrar en vigencia
– Tendrá premisas diferentes a las que comandaron la SIDE: las pautas de acción estarán marcadas por los acuerdos internacionales de derechos humanos y la Constitución Nacional.
Ni siquiera nos vamos a detener en las aclaraciones sobre la designación del fiscal Alberto Nisman, la voluntad investigadora del Poder Ejecutivo o la vocación defensora de los derechos humanos. Son precisiones que solo cuentan para quienes se desesperan por garantizar la impunidad de los auténticos criminales. Resultaban pertinentes en el marco actual, pero a esta altura del proceso de cambios es injusto que una presidenta con los valores traducidos en acciones que muestra Cristina, se vea necesitada de afirmarlas.
Lo importante, a continuación, es el cuarto punto enunciado en el arranque: la imprescindible democratización del Poder Judicial. Otra cueva sucia y oscura, también buena para perseguir militantes sociales, magnífica para encubrir delitos económicos, en la cual la voluntad popular nunca logra meter mano. El lugar donde revulsivos traidores a la patria como Stiusso son atentamente escuchados por revulsivos traidores a la patria como Nisman. La zona institucional en la cual el currículum es relevado por el colegio, el apellido y la empresa.
Ahora bien: la dimensión formidable de las transformaciones revolucionarias impulsadas por los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández necesita ser evaluada por el pueblo argentino para comprender, en ese diagnóstico, el volumen de los adversarios, la calidad de las dificultades. Las agresiones que están por venir. Si pensamos que lo que está en marcha es un maquillaje, un cambio moderado, una apelación republicana sencilla, estamos fritos.
Estamos viviendo una modificación estructural; en voz baja, como suele hacerlo el peronismo. Más allá del retumbar de los bombos. Avanzamos, o retrocedemos hacia una ciénaga equiparable al alma de quienes pergeñaron, aquél 1955, aquél 1976, la entrega más extraordinaria que recuerde la historia nacional.
*Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Grafica FM 89.3