junio 10, 2025

Un fuego difícil de apagar

Un fuego difícil de apagar

eli interiorEl final del túnel no se veía, el panorama estaba muy lejos de ser alentador. Las políticas neoliberales habían destrozado a la Argentina, la habían dejado con una desocupación del 25 por ciento y una pobreza muy elevada. La gente había perdido la esperanza, el Estado su credibilidad. La memoria había desaparecido, el futuro se había esfumado. Nadie esperaba el cambio, lo único que verdaderamente importaba era sobrevivir en ese duro presente. Pues el hambre acechaba al pueblo argentino y le mostraba la peor cada del capitalismo. Fue así que muchos tomaron la asunción de Néstor Kirchner como un acontecimiento repleto de palabrerío.

«Vengo a proponerles un sueño: quiero una Argentina unida, quiero una Argentina normal, quiero que seamos un país serio, pero además quiero un país más justo. Anhelo que por estos caminos se levante a la faz de la tierra una nueva y gloriosa Nación; la nuestra. Viva la Patria», expresaba.

Pero el paso del tiempo les mostró a los incrédulos que estaban equivocados.Aquel hombre de nariz prominente y cabellera blanca no abandonó sus principios en la puerta de la Casa Rosada. No siguió el camino que le señalaba el FMI, no cayó en la trampa, no fue a la boca del lobo. Al contrario, enfrentó duramente al imperialismo. Incluso en la IV Cumbre de las Americas llegó a criticar las medidas económicas implementadas por Estados Unidos.

«Por supuesto la crítica de ese modelo no implica ni desconocer ni negar la responsabilidad local. Pero reclamamos que aquí los organismos internacionales que, al imponerlas, contribuyeron, alentaron y favorecieron el crecimiento de esa deuda también asuman su cuota de responsabilidad», aseguraba.

De esta manera, El Flaco le dio la espalda a las políticas de ajuste o, mejor dicho, a esas terribles medidas que perjudicaban a los sectores más vulnerables de la sociedad. No se dejo persuadir y fue a contramano de los países de primer mundo dando cátedra sobre derechos y obligaciones. Su estrategia giro en torno a la redistribución del ingreso, a la inclusión social. En definitiva, no sólo le dio un electroshock al peronismo, sino que también vigiló los sueños de un país que supo ser victima de la pesadilla neoliberal.

«Millones de pobres quedaron en la mano de dirigentes con discursos vacíos, hablando de los pobres y la riqueza nacional adentro de la Patria y entregándolo a las mesas internacionales. Nosotros no vinimos a hacer el doble discurso. Lo que decimos dentro de la nuestra Patria lo decimos afuera. No buscamos quedar bien afuera y quedar bien adentro, y tener un discurso absolutamente equivoco de los dos lados», afirmaba.

Sin embargo, Kirchner no se limitó al ámbito económico y les otorgó una gran importancia a los Derechos Humanos. Sin vacilar pidió perdón en nombre del Estado Nacional por el genocidio cometido. Procedió con decisión y anuló las leyes de Obediencia Debida y Punto Final despertando así la memoria que había sido anestesiada por los dos demonios protectores del «algo habrán hecho».

«No es rencor ni odio lo que nos guía y me guía. Es justicia y lucha contra la impunidad. Y a los que hicieron este hecho tenebroso y macabro de tantos campos de concentración como fue la ESMA tienen un solo nombre: son asesinos repudiados por el pueblo argentino», exclamaba.

Néstor enterró la década del 90 para ir en búsqueda de la igualdad social. Puso en juego otra manera de interpretar la política y se arriesgó cuando realmente lo necesitó. Pero su mayor logro fue poner en marcha a la juventud y devolverle la esperanza al pueblo argentino demostrándoles que no todo está perdido.

* Por Eliana Cabezas / Área Periodística Radio Gráfica

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