
Alicia Plante
Adriana Hidalgo
290 págs.
2014
Hay detectives y detectives. Por un lado los más pulcros, inteligentes, racionales. Sherlock Holmes, Auguste Dupin. Claro, el mundo para ellos es bastante ordenado, lógico, razonable, solo con algunas anomalías, producto de otros seres excéntricos, aristocráticos, asombrosos.
El detective del siglo XX es un poco más oscuro. Las cosas ya no son tan racionales, y para un mundo irracional, corrupto, sucio (en el peor sentido), se necesita otro detective. Se ha convertido en un tipo pobre, borracho, duro, que ha cambiado inteligencia por viveza, placeres intelectuales por sentido de supervivencia. Lo único que lo sostiene es su sentido de la ética (inmoral y fundamental para el Philip Marlowe del estadounidense Raymond Chandler) o directamente de la inmoralidad: por ahí andan desde el Sam Spade de Dashiell Hammet, un poco más del lado de los buenos, al bestial Mike Hammer de Robert Aldrich en Bésame mortalmente (1955).
El protagonista de Verde Oscuro, novela negra porteña de Alicia Plante, es el Pollo, nuestro detective. Un día normal en el que el Pollo (guardaparques de la Reserva Ecológica) anda por ahí, disuadiendo a los pibes para que no tiren piedras a los pájaros, encuentra algo. Un cadáver asoma los pies entre los yuyos.
Después de un breve debate antediluviano emitido por TV en el que los especialistas, el jefe de la Policía Federal, un arzobispo y diversos políticos, discuten para las cámaras el problema de la Reserva, el Pollo entiende que se cierne sobre la Reserva el peligro de la privatización. Un inmenso espacio verde y salvaje en medio de la gran ciudad cosmopolita implica la presencia de lo salvaje y lo incontrolable. Las ilustres autoridades deciden que lo incontrolable se homologa a lo inseguro. Y el siguiente paso, evidentemente normalizado a la vista de todos, es la privatización, única solución aparente a la inseguridad. El paso final del silogismo es simple: ¿qué rédito trae a los sectores privados una reserva natural?
El instinto de supervivencia lleva al Pollo a buscar otro trabajo, ya que la Reserva está, a primera vista, acabada. Termina en Ingeniería Mastronardi, cuyo gran proyecto de construcción de shoppings y canchas de golf en un enorme predio sin nombre hace sospechar al Pollo.
El círculo cierra, y en el rastro de la corrupción ha nacido un detective. Sin embargo, el Pollo es un detective distinto. Si el investigador original estaba en la frontera de la legalidad, el Pollo está en la frontera misma de la ciudad. Es un hombre de la naturaleza: necesita esa amplitud que da la rareza de la Reserva dentro de la urbe. En el policial negro más clásico todo está contaminado: hasta los grandes descampados y las plantaciones, todo entraña un misterio, encierra un crimen, tapa un cadáver. En la novela de Alicia Plante la Reserva es, para el Pollo, un último reducto natural. Como todo detective, el Pollo también encarna la disyuntiva por lo material: el laburo.
Ahí está el centro del juego a dos puntas que todo detective negro personifica, porque vivir y morir en la ciudad implica, siempre, cruzar de bando sin cruzar el eje de la propia ética, en el caso del Pollo, una ética ecologista. Como todo detective, también tiene su cuota de ingenuidad romántica: parece decirse, cada vez que mira el cielo de la Reserva, que tal vez todo lo bueno–léase, todo lo puro – debería durar.
Sin embargo, la pureza romántica –y, en este caso, violentamente material- que el detective suele tener como ideal es el blanco al que tira el Poder. Es un rasgo del género que todo mínimo hecho criminal tenga una conexión con poderosos y adinerados agentes sociales y políticos. Verde oscuro hereda ese rasgo aristocrático de la corruptela del policial negro, y lo traslada, con efectividad tremenda, al plano local, en el cual las cúpulas políticas y los sectores privados tienden sus redes invisibles para atrapar el negocio ideal. Como en todo policial negro, la ley es solo una fachada para que los ingenuos la observen y le teman.
Con guiños interesantes, contraponiendo los gestos clásicos del policial estadounidense con los de este policial porteño, con ese andar paciente del Pollo como componente de originalidad que aporta al género, y con un argumento muy atractivo por su actualidad terrorífica, Verde oscuro es un gran policial: negro, porteño, irónico, pequeño, de hoy.
Por Agustín Montenegro, columnista de Literatura en Punto de Partida