
Enrique sabía que en días, horas, la muerte lo esperaba. No conocía la forma que tomaría.
Sus acérrimos enemigos controlaban cada uno de sus movimientos. Tenía el amor y el apoyo incondicional de sus filigreses.
En aquel obispado de La Rioja de los setenta, el Obispo Enrique Angelelli se puso al hombro la tarea de restituir, a través de la creación de la Cooperativa Aminga, el tan ansiado reparto de tierras.
Armó un puente de diálogo entre un grupo de terratenientes riojanos y campesinos.
A través de asambleas populares, fortaleció de recursos a quienes reclamaban por un justo reparto.
Creó vínculos entre representantes de la Iglesia, surgente del grupo tercermundista, inspirados en la doctrina de Medellín (1968) y del Concilio Vaticano II.
Sumó, sumó, sumó aceptando los riesgos que acarreaba.
Todo cobraba sentido si en ello la fuerza y la vida, se ponían en juego.
Mirada setentista, pura pasión.
En las Asambleas de la COODETRAL ( Cooperativa de Trabajo Aminga) participaban miembros de los » Cruzados de la Fe», grupo de laicos terratenientes riojanos que actuaron antes y durante el terrorismo de Estado, hostigando la tarea de Angelelli.
El nombre del grupo surge en las albores de 1973, tras haber echado a piedrazos e insultos a los sacerdotes Antonio Puigjané y Jorge Danieli. Nombres y apellidos conocidos formaban parte del grupo: Amado y César Menen, Ricardo Furey, Luis Alvarado Saavedra.
Si bien los terratenientes no se oponían al reparto de la tierra, querían ser ellos quienes distribuyeran y efectuaran la operatoria. Planteo que el movimiento rural rechazó.
Se realizaron movilizaciones y reclamos donde el movimiento campesino pedía mayor participación.
Surgió una nefasta figura que monopoliza el reclamo, Carlos Menen, quien contará con el apoyo de Angelelli para la candidatura a Gobernador de La Rioja en 1973.
El obispo creyó en él. Aceptemos que en los finales de los 80 muchos también lo hicieron.
4 de agosto de 1976, Chamical (La Rioja): a bordo de una camioneta Angellelli y Pinto sufren un accidente, como resultado del mismo el obispo muere, su cuerpo fue «rematado»en el piso con un objeto contundente.
Meses antes habían asesinado a los sacerdotes: Gabriel Longueville, Carlos de Dios Murias, Wenceslao Pedernera, Alfredo Leaden, Alfredo Kelly, Pedro Duffau y los seminaristas Salvador Barbeito y Emilio Barletti, éstos cinco últimos en la llamada «masacre de los Palotinos».
Enrique sabía que en días, horas la muerte lo esperaba.
4 de julio de 2014, llegó la sentencia, llegó la justicia.
Se da vuelta una pagina de la historia por la:
MEMORIA/VERDAD/JUSTICIA.
* por Alicia Lado – Abramos la Boca / Radio Gráfica