Como siempre sucede, cada vez que los intereses de los poderosos del mundo se ven en peligro, la ONU y su Consejo de ¿Seguridad? Ponen en marcha sus sanciones, que anticipan la muerte, para los pueblos de los países sancionados. Poco importa quién sea el gobernante de turno. Siempre habrá una excusa que los medios hegemónicos esgrimirán como válida y oportuna.
Ayer fueron las armas de destrucción masiva de Sadam Hussein. Previamente Afganistán, Pakistán. Cada uno podrá agregar el que su memoria acerque. Hoy le toca a Libia.
¿Mañana? Sólo los “capos” que dirigen el mundo que se dividieron allá por mediados del siglo XX lo saben.
Hoy el mundo cambió, y los organismos diseñados para aquella realidad, ya no son pertinentes. Así lo ha señalado en diversos foros internacionales, con lucidez nuestra Presidenta. A la vez que reclamó con firmeza la adecuación de esos mismos organismos, a esta nueva realidad.
Hay características que se repiten. Antiguos servidores de las potencias dominantes, que son usados como alfiles en sus regiones, luego devienen demonios que hay que encuadrar en los carriles de la “democracia”. Fueron aliados merecedores de dádivas (armamentos y etcéteras varios) y hoy son los “ejes del mal”. Algunos fueron genocidas siempre, pero sólo son denunciados por la CPI (Corte Penal Internacional) cuando alguna potencia occidental levanta el teléfono para decirles “ahora sí”.
Hay que recordar, que a veces ese mismo Consejo de ¿Seguridad? emite sanciones para algunos aliados de los poderosos (por ejemplo Israel, con sus incursiones en la franja de Gaza) que son sistemáticamente desoídas y sin embargo, a la hora de hacer cumplir las resoluciones de esa misma ONU que hoy avala bombardear al pueblo libio, miran para otro lado.
Desde este rincón del mundo, desde la América del Sur, repudiamos la violación del principio de no intervención en los asuntos internos de otros países, reivindicamos el principio de autodeterminación de los pueblos y rechazamos la hipocresía de la dirigencia mundial que utiliza a los organismos internacionales que deberían velar por la paz mundial, para defender sus sucios intereses económicos.
Sólo la lucha de los pueblos hará libres a esos pueblos.
Daniel Mojica