
Por Martín Gorojovsky *
La selección albiceleste siempre es candidata por historia, pero hay veces que su presente invita a ilusionarse más o menos con el título. Aquí un panorama de lo que le puede deparar Rusia 2018.
Malas noticias
Al escribir estas líneas Jorge Sampaoli ha sumado un nuevo dolor de cabeza. Manuel Lanzini, que se perfilaba para ser el socio creativo de Lionel Messi, sufrió una rotura de ligamentos cruzados y se perderá la Copa del Mundo. A menos de diez días del debut, el entrenador argentino debe hacer en el plantel un cambio forzado que se suma al efectuado cuando el arquero Sergio Romero fue dado de baja. Como si todo esto fuera poco también Ever Banega presentó una dolencia muscular en el gemelo. Una lesión de esta naturaleza no lo marginaría del campeonato, pero de no mejorar su estado físico sería un jugador menos con el cual contar. Sea quien sea el reemplazante de Lanzini, y llegue como llegue Banega al inicio del torneo, lo cierto es que no se recuerdan tantas adversidades en la previa de un Mundial para Argentina.
Vaivenes y desaciertos
Además de las urgencias presentes el tortuoso camino que transitó Argentina durante las eliminatorias desalienta la ilusión de repetir una campaña como la de 2014. Dicho camino comenzó bajo la conducción de Gerardo Martino, sucesor de Alejandro Sabella. El mal desempeño en las primeras tres fechas de la eliminatoria mundialista y el subcampeonato en la Copa América disputada en Chile y ganada por el equipo local lo pusieron en el ojo de la tormenta. Para mediados de 2016 la campaña para clasificar a Rusia comenzaba a enderezarse, pero una nueva final continental perdida ante Chile en la Copa América del Centenario y, fundamentalmente, la intervención instrumentada en la AFA por el gobierno de Mauricio Macri determinaron la salida de Martino.
Junto con la intervención llegó Edgardo Bauza, cuya campaña complicó las chances de clasificar de la selección nacional. A cuatro fechas del final le pasó el fierro caliente a Sampaoli. La historia posterior de la llegada por los pelos a Rusia es bien conocida por todos. Tres empates (ante Uruguay, Venezuela y Perú) y un triunfo ante un Ecuador ya eliminado depositaron a Argentina en el Mundial.
El problema en sí mismo no es la dificultad de clasificar en un ambiente parejo como el fútbol sudamericano sino la rotación permanente de entrenadores, todos ellos con estilos de juego muy diferentes entre sí, y además no se resuelve uno de los grandes problemas de la selección argentina desde 2006: haber renunciado a sostener entrenadores en períodos de al menos cuatro años, como sucedió desde la época de César Luis Menotti hasta la renuncia de José Néstor Pekerman. Argentina volvió a la improvisación que enmarcó los fracasos mundialistas desde 1958 hasta 1974.
Escenarios posibles
A pesar de este cuadro adverso la albiceleste parece estar solo por debajo de cuatro equipos: Alemania, Brasil, España y Francia, las cuatro grandes candidatas a llegar a semifinales, en particular las dos primeras. Por nombres y prestigio Argentina es candidata a ganar su grupo en la primera ronda, aunque no debe subestimar a sus rivales. Y en el mano a mano parte como favorita frente al resto de las selecciones. La presencia de Messi significa contar con un comodín para los momentos en que los partidos parecen cerrados. Asimismo el respeto que impone Argentina, más el plus que han mostrado siempre sus jugadores a la hora de disputar una Copa del Mundo aparecen como los principales atributos para alimentar esperanzas.
Así, el escenario más probable tras una clasificación en el primer puesto del Grupo D le depararía al equipo un cruce de octavos de final ante Perú o Dinamarca, y en cuartos de final debería enfrentar a España, un partido en el que Argentina iría de punto. ¿Y no será que le conviene a la albiceleste llegar con el perfil bajo ante los grandes candidatos? ¿O ese razonamiento se trata de una especulación extrafutbolística para esconder la poca seguridad que transmite el equipo?
Otra posibilidad es que Argentina y Francia accedan a los octavos de final en posiciones diferentes. Si una de las dos no gana el grupo se verán las caras en la segunda ronda. En este caso una tendrá que no marearse por su condición de candidata y la otra tendrá que manejar los nervios de no haber respondido a las expectativas iniciales.
En resumidas cuentas parece ser que la expectativa mínima de Argentina es llegar hastsa los cuartos de final. ¿Sería un mal resultado? En sí mismo no. El problema es que quedará, con justos motivos, la sensación de haber desperdiciado un camino trazado hace cuatro años para lograr que llegar a las semifinales se convierta en una costumbre y no en una sorpresa. Ubicarse una vez más entre los cuatro mejores del mundo dependerá en definitiva de encontrar un equipo que confíe en su idea de juego, y de si los jugadores tendrán o no ese extra de corazón que caracterizó a otros equipos argentinos cuando el rival de enfrente era a priori más calificado.
(*) Abrí la Cancha